El martes 19 de abril, la Fundación Cultural Ángel Herrera Oria, en colaboración con el Instituto CEU de Humanidades Ángel Ayala, dedicó una jornada completa al IV centenario de las canonizaciones de 1622. Una efeméride que, desgraciadamente, no está recibiendo la atención que debiera.
Organizada por el profesor Emilio Callado Estela (Universidad CEU Cardenal Herrera), la jornada fue inaugurada por la profesora Consuelo Martínez de Sicluna (directora de la Cátedra Casa de Austria, Instituto CEU de Estudios Históricos) que incidió en la importancia de la jornada. Conocer a los cuatro santos españoles que fueron canonizados hace cuatrocientos años, de la mano de los excelentes ponentes que expusieron, es fundamental en muchos aspectos. La jornada debe ser considerada de forma especial -y difundida-, por la escasez de eventos conmemorativos que se están llevando a cabo, tanto desde las asociaciones eclesiásticas, como desde los académicos.
La intervención de don Fermín Labarga (Universidad de Navarra) "La difícil gestación de la gran canonización de 1622", contextualizó el proceso de dichas canonizaciones y su importancia para el momento histórico que vivía la Iglesia, afirmando que “Fue un hecho histórico, en el que intervinieron muchos actores y que transcendió el deseo nacional … Constituye la canonización de la Reforma Católica”.
Después, se dio pasó a cuatro magistrales ponencias sobre los santos españoles canonizados aquel 12 de marzo de 1622 por el pontífice Gregorio XV. La primera ponencia, “De la muerte a la gloria. Canonización de santa Teresa de Jesús” fue impartida por don Julen Urkiza (OCD, Historiador). De la gran mística afirmó “Es el lucero que miró siempre al Sol y mirándola el Sol de justicia, infundió en ella los donde del Espíritu Santo … Levantando su orden, levantaron también las demás en España, que estaban decaídas.”. Siguió “La canonización del santo de Madrid, Isidro Labrador” por la profesora María José del Río (Universidad Autónoma de Madrid) que habló del patrón de madrileño, destacando la peculiaridad de su cronología y estatus social -el único laico laico- con respecto a sus compañeros de altar “En 1560, con Felipe II, comienza la promoción de su causa. Fue un proceso largo y complejo, en paralelo al establecimiento de Madrid como capital del reino”. La tarde estuvo protagonizada por los jesuitas, reanudando la jornada don Luis Javier Fortún (Universidad Pública de Navarra) que presentó “El doble soporte de la canonización de San Francisco Javier”. El profesor propuso una mirada al santo, más allá de su fama de viajero o predicador de multitudes, haciendo hincapié en su dedicación absoluta y obediencia extrema para cumplir con el segundo pilar de la Compañía de Jesús, la defensa y la propagación de la fe, penetrando en lo más profundo del alma de quienes le escuchaban. No bautizaba por aumentar los números, sino que examinaba personas y conciencias, facilitando un encuentro real. Por último, intervino Javier Burrieza (Universidad de Valladolid), que bajo el título “Ignacio de Loyola, ¿un santo para el rey católico o para el papa?” expuso el complejo imaginario que hay en torno a la figura de este santo, a lo largo de su vida, de su proceso de canonización y de la historiografía posterior. El ponente quiso presentar una imagen completa del fundador de la Compañía de Jesús, a través del contexto en que vivió y las personas de alta política, que intervinieron en su causa; además de alegrar al auditorio, compartiendo algunas piezas musicales con que se honran al santo y su labor.
La jornada fue clausurada por Monseñor don Juan Antonio Martínez Camino (Obispo auxiliar de Madrid, responsable de la Pastoral de Santidad de la Archidiócesis de Madrid), acompañado en la mesa por el profesor Fernando Ariza (Instituto CEU de Humanidades Ángel Ayala). Monseñor quiso finalizar tan excelente jornada, remarcando la importancia del estudio de los santos, como medio que permite conocer más a Dios: “Trento, limpió y dio esplendor a la vida de la Iglesia Católica y da importancia al culto a los santos. El Concilio Vaticano II, desarrolla los motivos de este culto, "los santos aquellos que, siendo hombres como nosotros, se transforman con mayor perfección en imagen de Cristo (cf. 2 Co 3,18), Dios manifiesta al vivo ante los hombres su presencia y su rostro" [Lumen Gentium 50]. Son medio de la revelación de Dios.”.
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